Mensaje Navideño del Metropolitano Jonas

jueves, 24 de diciembre de 2009

Natividad de Cristo 2009

Mensaje Archí Pastoral de Su Beatitud,

Metropolitano JONÁS


Estimados Hermanos y Hermanas en Cristo,


¡Cristo ha nacido! ¡Glorifíquenlo!


Nosotros gozamos en la venida del Señor, el Advenimiento del Hijo de Dios en este mundo decaído. Su Natividad anticipa y prefigura Su segunda y gloriosa venida en el cuerpo otra vez, no vestido con bandas de humildad, por unos cortos años; pero en la vestidura luminosa del reino para gobernar eternamente.


Para nosotros los Cristianos Ortodoxos, la Natividad de Cristo es la Pascua de invierno, y nuestra celebración tiene raíz en la vida litúrgica de la Iglesia; los himnos navideños del mundo continúan, sin darse cuenta, aún un poco intencional, del punto de la celebración. Mientras disfrutamos la fiesta mundana, el tiempo con familia, los regalos y dando más, estos son vacíos si se nos escapa la celebración principal: los servicios de Natividad, culminando en recibiendo los Santos Dones. ¡Podemos celebrar Navidad sin la Natividad, como lo hace el mundo; pero para los Cristianos la fiesta de Natividad es Navidad!


Oramos y Ayunamos para prepararnos por cuarenta días antes de Navidad, no solo para ser obediente a la Iglesia, sino a la vez para recibir el Misterio de la Comunión. ¿Será esta Navidad para nuestra salvación, discerniendo y recibiendo Su Cuerpo, ese mismo cuerpo nacido de Maria y acostado en el pesebre, el Hijo de Dios tomando cuerpo para parecerse a nosotros, para que nosotros parezcamos a El? O nos juzgamos a nosotros mismos, sin tener idea o estando olvidadizos del Misterio de Cristo tomando nuestra naturaleza. Oramos y ayunamos para abrir nuestros ojos espirituales, para poder ver a Cristo, discernir a Cristo, conocer a Cristo, no solo como una figura histórica que nos enseño algo bueno, si no como Dios quien vino y vendrá de nuevo.


Los cantos navideños tradicionales hablan del niño Jesús en el pesebre. Vamos a contemplar este misterio durante esta temporada, que solo Su Madre entendió en ese tiempo: que este infante, no diferente que cualquier otro, se volverá el Salvador del mundo, para redimir a la humanidad, y en verdad a toda la creación, de la muerte. Que infinidad de posibilidad tan enorme, la posibilidad de un hombre cumpliendo la Semejanza Divina, y manifestando a Dios en Su cuerpo, esto fue invertido en este niñito. ¿Quien hubiese pensado que un niño nacido en la pobreza más destituida y anónimo se convertirá en el criterio para juzgar el mundo entero?


Podemos también contemplar este mismo Misterio en la vida de cada niño. ¿Quien conoce el destino que será ese niño? ¿Quien sabe si ese niño o niña será un punto de esperanza para el mundo entero? ¿Esa misma posibilidad eterna, la posibilidad de ser deificado, la posibilidad de tener una vida transformada por Dios, la posibilidad de tener una vida que traiga paz y alegría, o de tener a tal niño?


La Fiesta de la Natividad no solo es la contemplación de Dios tomando cuerpo humano. También es la gran celebración de la humanidad, cual Dios amo tanto como para volverse uno de nosotros, que por medio de ese Uno, alegría y paz y salvación sean dado al mundo entero. Vamos a valorar la vida de cada niño, como imagen de Cristo nacido de la Virgen, y recordar el gran llamado que el o ella, y cada uno de nosotros, tenemos en Dios. Recordémonos también que el cumplimiento máximo de este llamado se encuentra en la transformación de nuestro cuerpo, en el cual Dios se encarno, que al volverse hombre por nosotros, El nos permite participar de Su Divinidad en ese día glorioso de Su venida otra vez en el cuerpo.



Con todo amor en el recién nacido Dios


+JONÁS


Arzobispo de Washington

Metropolitano de toda América y Canadá (Orthodox Church of America)

0 comentarios: