Mensaje de Navidad del Metropolita Siluan 2010

miércoles, 22 de diciembre de 2010

Emmanuel, Dios con nosotros
“He aquí una virgen concebirá y dará a luz un hijo,
y llamarás su nombre Emmanuel, que interpretado es: Dios con nosotros” (Mateo 2:2)


Queridos y estimados hijos en nuestro Señor,

Tenerlo a Jesucristo como Señor y Salvador es la mayor alegría que encontramos en la fiesta de Navidad. Celebrando la fiesta, año tras año, se revelan cada vez nuevos aspectos de Su providencia para con nosotros.

Al Nacido en Belén no Le importaba haber visto la luz del mundo en un pesebre, tampoco en una gruta oscura. Ni bien no encontró alojamiento en la ciudad, se fue al desierto de Judas, y nació en las afueras de Belén, muy lejos de las luces que brillan en nuestras ciudades. Pero, -¡oh extraña providencia!-, una estrella desde el cielo iluminó su nacimiento e indicó el camino que conducía hacia Él.

Quien fue recibido en la banquina de la historia, del mundo civilizado y de la vida, manifestó un interés único. Una cosa Le importaba: nosotros. Una es su vocación: estar unido a todos los seres humanos.

Desde tiempos remotos, nos la había revelado, por la boca del profeta Isaías: “He aquí, una virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel" (7:14). Esta promesa se realizó el día de la anunciación a la Virgen, para luego salir a la publicidad en la Navidad. Es el ángel que se la confirmó a José. Su nombre lo indica; Él es “Emmanuel”, que significa “Dios con nosotros”(Mateo 1:23).

Unos días antes de Navidad, una madre preguntó a su hijo: “¿Qué significa Navidad para ti, hijo?”. Y él le respondió: “Según San Mateo, Él se llamará Emmanuel, que significa Dios con nosotros. Para mí, Él está con nosotros ahora, y en todo tiempo. Está con nosotros en el trabajo, en todo lo que hacemos. Está con nosotros cuando estemos enfermos para ayudarnos, está con nosotros también cuando tengamos salud para que podamos cumplir Su voluntad. Está con nosotros a lo largo de esta vida, y está con nosotros aún después de la muerte. Para mí, Jesús vino para decirnos: No tengan miedo, estoy con vosotros. Vino para aportar la paz y la alegría. Entonces, Mama, no tenga miedo; tenga confianza en Él; Él es nuestro Señor”.

No cabe duda que este joven tiene muy presente en su vida a Aquel cuyo nacimiento en la carne celebramos. ¿Acaso es necesario precisar que el Señor está “con nosotros” cuando nos encontramos en la “adolescencia” espiritual; “con nosotros” cuando andamos en las tinieblas de la incredulidad, de la desesperanza, y del egoísmo; “con nosotros” cuando cruzamos el desierto de la soledad, de la enfermedad y de la vejez; “con nosotros” en toda situación, momento, y lugar; con cada uno y con todos? Y todo ello, con la finalidad de elevarnos a la gloria que Él tiene en la casa del Padre(Cf. Juan 12:26; 14:3).

Los que tienen fe en Su vocación, seguramente escuchan Su voz: “He aquí, Yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye Mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él y él conmigo”(Apocalipsis 3:2). Y ellos Le darán la bienvenida en su vida, en Su Iglesia, y en la cara de todo prójimo.

¿Acaso hace falta enfatizar cómo hemos de recibirlo? Recibirlo como Dios y adorarlo (Cf. Mateo 2:11); como Salvador de nuestros pecados y acudir a Él (Cf. Mateo 1:21); como Padre que espera nuestro arrepentimiento; como Pastor (Cf. Juan 10:11) quien nos conduce hacia la madurez espiritual; como Hermano en la soledad, Médico en la enfermedad, y Vida (Cf. Juan 14:6) en la vejez; como Luz (Cf. Juan 8:12) que ilumina en las tinieblas, Verdad (Cf. Juan 14:6) que aclara las dudas, Camino (Cf. Juan 14:6) que muestra la esperanza, y Puerta (Cf. Juan 10:7) que conduce al amor; como Pan de vida (Cf. Juan 6:35) cada vez que la Iglesia se reúne alrededor de Su banquete?

Recibirlo a Él implica, pues, recibirlo en la cara de nuestro prójimo, y más, recibir de Él nuestra vocación: difundir la buena nueva a todas las naciones. Nos ha dado a nosotros los cristianos Su misma vocación: “En verdad les digo: el que cree en Mí, las obras que Yo hago, él las hará también; y aun mayores que éstas hará, porque Yo voy al Padre” (Juan 14:12). Nos eligió para que se multiplique a través de nosotros la presencia de Emmanuel en los corazones de los hombres: “Ustedes no me escogieron a Mí, sino que Yo los escogí a ustedes, y los designé para que vayan y den fruto, y que su fruto permanezca; para que todo lo que pidan al Padre en Mi nombre se lo conceda” (Juan 15:16).

Ante tan magna providencia, agradecemos a Dios por Su misericordia, adoramos al Niño nacido en Belén, y alabamos al Espíritu quien exclamó por la boca de los ángeles: “Gloria a Dios en las alturas, en la tierra paz y buena voluntad para los hombres” (Lucas 2:14). Amén.

+ Metropolita Siluan
Arzobispo de Buenos Aires y toda Argentina

(Mensaje anual del arzobispo Metropolita Silouan para su diocesis)

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