La señal de la Cruz y su significado

lunes, 31 de enero de 2011

Para hacer la señal de la cruz debemos juntar los tres primeros dedos de la mano derecha (pulgar, índice y medio) y los otros dos (anular y meñique), se doblan hacia la palma.

Observe la posición de los dedos.


Los tres primeros dedos nos demuestran nuestra fe en la Santísima Trinidad, Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo.


Los dos dedos doblados, significan que el Hijo de Dios bajó a la tierra siendo Dios y se hizo hombre, demostrándonos sus dos naturalezas, la divina y la humana.


Al iniciar la señal de la cruz ponemos los tres dedos juntos en: la frente, para santificar nuestra mente; en el pecho para santificar nuestros sentimientos interiores; al hombro derecho y después al izquierdo, para santificar nuestras fuerzas corporales.


La señal de la Cruz en la tradición, es en realidad la forma original que tuvo esta práctica entre todos los cristianos de los tiempos de la Iglesia Indivisa tanto de Occidente, como de Oriente.


Esta manera antiquísima de persignarse que aún se conserva en el seno de la Iglesia Ortodoxa, expresa de manera simple y lógica la doctrina trinitaria, puesto que el cristiano cuando pone sus dedos de la frente al pecho, lo hace diciendo en nombre del Padre, cuando se dirige al hombro derecho, dice en nombre del Hijo, y cuando se dirige al hombro izquierdo, dice en nombre del Espíritu Santo, y esto tiene su razón de ser, y es la siguiente: el Hijo está sentado a la derecha del Padre, tambien esta la tradición de decir "del hijo" en el pecho ya que Jesucristo bajo a la tierra; es por eso que entre los ortodoxos la señal de la Cruz se hace de derecha a izquierda, y no a la inversa como es el uso común entre los demás; ya sean católicos, anglicanos o protestantes.


Cuando nos persignamos debemos hacerlo repitiendo mentalmente: "En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén." Así demostramos nuestra fe en la Santísima Trinidad. En nuestro deseo de vivir y trabajar para la gloria de Dios. La palabra Amén significa: "De verdad" o "Así sea."


La señal de la cruz nos da fuerza para rechazar y vencer el mal. Tenemos que hacerlo correctamente, sin apuro, respetuosamente y conscientemente del acto que significa el persignarse.


Debemos persignarnos: al iniciar, durante y al final de una oración; al reverenciar los iconos; al entrar y salir de la Iglesia; al besar la vivificante Cruz; también hay que hacerlo en los momentos críticos de nuestras vidas, en alegrías y pena, en dolor y congoja; antes y después de las comidas.


UNA FEFLEXIÓN SOBRE LA SEÑAL DE LA CRUZ


La señal de la Cruz se hace tocando la frente, el pecho y los dos hombros. Todo empieza con el Verbo, el pensamiento: la frente; pero el pensamiento debe bajar al corazón, ser vencido, hacerse nuestro: el pecho; tan pronto como el pensamiento es asimilado por el corazón, surge la acción: la mano toca los dos hombros. Invertir este proceso y lanzarse a la acción sin antes haberla pasado por el pensamiento y vivido en el corazón, lleva a un activismo animado por intenciones excelentes, pero con resultados catastrófico.


Existe una gran diferencia entre la señal de la Cruz que parte del hombro derecho para dirigirse al izquierdo y el que va del hombro izquierdo al derecho. El derecho representa la justicia, la rectitud; el izquierdo, la misericordia, la condescendencia, el perdón. Debemos empezar por la justicia y terminar por la misericordia. Dios quiere que todo acabe en la compasión y el perdón. ¿No decimos acaso en el habla corriente "por izquierda", para significar algo fuera de la regla, en ese plano donde el perdón es necesario? La izquierda está cerca del corazón. Y en la parábola del Evangelio: Los justos serán colocados a la derecha y los pecadores se mantendrán a la izquierda; los justos entrarán al paraíso según la justicia y los pecadores, según la misericordia.


Unas palabras sobre las relaciones entre inteligencia-frente y el corazón-pecho. San Máximo el Confesor, inspirándose en los estoicos, nos enseña que el pensamiento debe ser frío y el corazón caliente. A esta concepción se oponen tres tipos deficientes de hombres.


1.- Los que tienen la inteligencia y el corazón calientes: son los idealistas confusos, impulsivos, inconscientemente crueles en su bondad. Queriendo salvar, complican a su gusto y suscitan fracasos.


2.- Los que tienen fríos la inteligencia y el corazón: fineza, análisis, reflexión, prudencia, ausencia de desbordes, pero hielan y son indiferentes.


3.- Por último, los que tienen la inteligencia caliente y el corazón frío.


El pensamiento debe ser frío, apático, sin pasión, analítico, comunicarnos el discernimiento, pero a condición de sumergirse en nuestro corazón donde lo esperan el calor, la vida y la unidad. He aquí, pues, cómo un gesto sagrado que puede parecer insignificante, es la imagen del equilibrio del hombre.

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