La mañana había llegado y desde la noche anterior tenía
lista mi maleta para mi regreso a la ciudad de Guayaquil, me tome el tiempo
para estar acostado unos minutos más para así poder recordar todas las cosas
que había vivido en pasados días, pero debía interrumpir mi proceso de
visualización y salir del cuarto ya que el resto tenía pensado salir de Cuenca
pasado las 11 de la mañana, esto según a una llamada que le había hecho a
Marthita antes de salir del cuarto. Melodie acababa de salir del baño y su mama
estaba terminando de preparar el desayuno, nos sentamos y empezamos a hablar
sobre lo que podía hacer en el parque nacional de El Cajas ahora que íbamos para
allá. En esta ocasión lastimosamente Melodie no podría acompañarme ya que tenía
unos trabajos pendientes de la Universidad así que solo iría conmigo hasta el
hotel donde estaban hospedados el resto del grupo. Me sentía bastante apenado
por todo esto y más aun por abandonar aquel hogar donde me habían tratado con tanto
cariño, palabras faltaron para expresar mi gratitud hacia ellas, por su buen
trato y gran compañía.
Deseándonos cada parte lo mejor en nuestras vidas y sin
dejar a un lado la posibilidad de vernos nuevamente en un futuro cercano me despedí
de la mama de Melodie con un fuerte abrazo y luego en compañía de Melodie
fuimos donde mis amigos, no sin antes pasar por un supermaxi ya que debía
comprar unas pilas para mi cámara y otras cosas para el viaje de regreso.
Llegamos al hotel con el acostumbrado elegante retraso de los 10 minutos. Todos
ya tenía todo listo para salir, solo me quedo la despedida con Melodie con
quien me tome una última foto; mientras yo me subía al carro ella se alejaba
lentamente mirando hacia atrás. Pasando por el centro de la ciudad empezamos a
realizar una búsqueda por algunos dulces cuencanos, en particular por los
hechos por las monjas de un monasterio local los cuales tienen la fama de ser
los mejores. Nos tomo algo de tiempo pero con paciencia llegamos al local y
luego de abastecernos de dulces salimos en dirección al mercado de flores y
como última imagen de la ciudad quedo grabada en m memoria las estatuas humanas
que estaban en los alrededores de la catedral de la Inmaculada Concepción.
Ya en la carretera invertimos algo de tiempo hablando sobre
nuestras experiencias en la ciudad de los cuatro ríos, al volante iba Marthita
quien estaba experimentando su primer viaje inter provincial por ella sola. En
cuestión de unos 20 minutos estábamos en El Cajas, la idea era conseguir un
lugar para almorzar, pero la gran mayoría solo ofrecían esa opción luego de
pescar tu propia comida, con esto me refiero a las truchas que abundan en los
ríos que hay ahí. Pasamos por el bar tipo hostería donde habíamos hecho un
break en nuestro viaje de ida a Cuenca, pasamos por algo de información ya que
en aquel lugar solo vendían comida de picar, bebidas calientes en su mayoría y
recuerdos. Caminando de regreso a los carros muchos de nosotros aprovechamos a
tomar fotos del paisaje, era sencillamente majestuoso, todo el lugar rodeado
por montañas tan altas y de donde caía el agua en grandes cantidades, un lugar
donde había campos verdes con caballos y un aire muy fresco. Fuimos a una hostería
llamada “Dos Chorreras” que parecía muy agradable y donde la atención fue muy
buena, nos topamos con una amiga y luego de recibirnos una persona que
trabajaba ahí nos sirvieron por cortesía de la casa unos canelasos. El menú era
basado en una sola cosa, truchas; las había en muchas formas y de muchos
sabores; luego de una larga evaluación me decidí por la “Trucha al vino tinto”,
elección de la cuál no me arrepiento ya que fue un plato exquisito y a un
precio bastante considerable.
Mientras nos traían nuestros pedidos salimos a conocer la hostería,
era grande y sus instalaciones aprovechaban bastante la luz natural del sol lo
cual le daba un toque bastante acogedor. Habían salas con chimeneas, comedores
grandes con Buffet, fuentes con Truchas, pasadizos tipo cuevas, en resumen un
lugar muy bonito donde me hubiera gustado pasar al menos una noche (sin
importar el costo que era de 100 dólares) pero de seguro hubiera sido una
agradable experiencia. Antes de sentarme nos percatamos de la presencia de una
novia quien iba a casarse o ya lo había hecho y estaba en su recepción, tenía
la sospecha de haberla visto antes, cosa que fue confirmada después con mi
encuentro con una amiga de mi hermana llamada Andrea, la novia era su hermana y
estaba ahí por su boda, intercambiamos un par de palabras y luego regrese a la
mesa a disfrutar de mi almuerzo.
Cada uno se tomo el gusto de degustar de sus platos, mi principal problema que era la calefacción que estaba a mis espaldas había sido arreglado y conversamos de algunas cosas mientras íbamos terminando de almorzar. Luego de cancelar nuestros consumos salimos por algunas fotos grupales junto al estanque que había fuera de la hostería; había llegado el momento de la despedida ya que estamos en carros separados, salimos del lugar y nos quedaba por delante unas horas más de viaje, pero la neblina viendo lo solitarios que estábamos decidió hacernos compañía en la próxima hora de recorrido. Ante los gritos de miedo de mi compañera de alado vi como mejor opción ponerme a leer un poco, había llevado para este viaje el libro de José Saramago, “Ensayo sobre la Ceguera” y fue este autor quien me acompaño en el resto del viaje. La mayor preocupación de los presentes era que me mareara por leer, pero eso no ocurriría ya que siempre ejercitaba mi mente con lectura en todos mis viajes, el único mal por el cuál pase fue la tapada de oídos, los cuales cada cierto tiempo explotaban haciéndome pasar por desagradables momentos; esto era debido a la altura, así que aprovechando que en el carro había un altímetro iba encontrando la paz mientras la altura a la que estábamos disminuía.
Es una sensación bastante rara eso del cruce entre Costa y
Sierra, y viceversa; sientes ese
abrumador calor sofocante y húmedo propio de tu tierra y que sin importar
cuantos años hayas vivido en esa parte del país, siempre te incomoda. Nos faltaba
menos de una hora para llegar a nuestra querida ciudad y debido al éxito al
volante de Marthita y creo más que por el hecho de haber sobrevivido todos al
viaje de regreso fuimos a un local de Chilis en Riocentro para aprovechar el
2x1 que había en bebidas con cocteles (para ellas) y de cerveza (para mi). Habíamos
llegado a la ciudad siendo las 6 y media de la tarde y tomando se nos fue
apenas otra hora más, definitivamente el feriado aun no quería irse y tenia
muchas ganas de seguir celebrando, y eso fue lo que hice ya que en la ciudad
estaba de visita un primo con quien tome algunas cervezas más en mi casa
aprovechando que nadie del resto de mi familia había regresado de sus
respectivos viajes.
Este fue sin duda un viaje muy bueno, y no lo digo por las
cosas que vi y los lugares impresionantes que visite, sino más bien por el
calor de las personas que estuvieron ahí para mi y que me supieron dar eso que
tanto necesitaba, unas vacaciones y un momento para disfrutar del ahora. Ahora
solo quedaba volver a los horarios tanto de trabajo como los de estudio, pero
todo esto es parte de un proceso que aun estoy tratando de comprender, por
ahora me despido y espero pronto poder compartir con todos nuevas experiencias
de viaje. Hasta luego!
0 comentarios:
Publicar un comentario