Capitulo 1.-
El Campo de Prisioneros; Pág.46 - 50:
-Los supervisores los agarraron y los arrastraron fuera de las barracas. Avsenkov y Sazikov se atrevieron a salir de la línea y decirle al oficial: “Camarada oficial, se van a morir congelados en este frío, No los puede enviar a esa celda”. El supervisor golpeo a los dos tan fuerte que volaron mareados contra la pared de la barraca.
Iván el marrón bajo la cabeza. El miedo se apodero de el cuando se dio cuenta que su propia gente de la barraca lo mataría por esto.
El padre Arsenio y Alexei fueron arrastrados y empujados dentro de la celda de castigo. Ambos se cayeron, dándose en la cabeza contra la pared. Dentro estaba completamente oscuro. El padre Arsenio se levanto y dijo: “Bien, aquí estamos. Dios nos ha traído juntos. Esta frío, Alyosha, y hay metal en todo el alrededor”
Escucharon cerrarse la puerta de afuera, el clic de las cerraduras y las voces y los pasos de los guardias que se retiraban. El frío los agarro y les contrajo el pecho. La luna dejo ver su luz a través de la pequeña ventana con barrotes de hierro que había en la celda.
“Nos vamos a congelar, Padre Arsenio” se quejo Alexei. “¡Es por mi culpa que nos vamos a congelar! Los dos vamos a morir. Necesitamos seguir moviéndonos, brincar hacia arriba y hacia abajo, pero va a ser imposible hacer esto por 48 horas. Me siento muy débil, abatido. Mis pies están ya congelados. No hay espacio aquí, casi no nos podemos mover. Padre Arsenio, nos vamos a morir. ¡Son inhumanos, seria mejor que te fusilaran!” El padre Arsenio estaba callado. Alexei trato de brincar, pero esto no lo calentó. No había esperanza de tratar de resistir tal frío.
¿Por qué no dice nada, Padre Arsenio? Grito Alexei.
La voz del Padre Arsenio se escucho como si estuviera lejos: “Estoy rezando a Dios, Alexei”.
“¿Por que hay que rezar cuando nos vamos a congelar?” refunfuño Alexei.
“Estamos aquí solos, Alexei; no vendrá nadie por dos días. Rezaremos.
Por primera vez Dios nos ha permitido rezar en voz alta en este campamento, con toda nuestra voz. Rezaremos y lo demás es la voluntad de Dios”.
El frío estaba gradualmente conquistando a Alexei y el estaba seguro que el Padre Arsenio estaba perdiendo la cabeza. El Padre Arsenio estaba de pie ante el rayo de luz de la luna haciendo la señal de la cruz y pronunciando calladamente algunas palabras. Las manos y los pies de Alexei estaban adormecidos por el frío; no tenia fuerzas en sus miembros. Se estaba congelando y ya no le importaba.
El Padre Arsenio estaba ahora callado, y de pronto Alexei escucho claramente sus palabras y comprendió que esta era una oración. Alexei había estado solamente una vez en la iglesia por curiosidad. Aunque su abuela lo había bautizado cuando niño, su familia no creía en Dios. No tenían interés en materia religiosa. No sabían lo que verdaderamente era la fe. Alexei era un estudiante, miembro del KOMSOMOL. ¿Cómo podía el creer?.
A través del adormecimiento y del dolor de los golpes que había recibido, Alexei podía escuchar claramente las palabras que decía el Padre Arsenio: “Oh Señor, ten misericordia de nosotros, pecadores. ¡Dios, siempre misericordioso! Señor Jesucristo que por tu amor te hiciste hombre para salvarnos a todos. A través de tu in deducible misericordia, sálvanos, ten misericordia de nosotros y sálvanos de esta cruel muerte, porque creemos en ti, nuestro Dios y nuestro creador”, Y así eran las palabras de las oraciones, y cada una de estas palabras se encontraba el amor mas profundo y la confianza en la misericordia de Dios, y la fe incondicional en El.
Alexei empezó a escuchar las palabras de la oración. Al principio estaba perplejo, pero gradualmente empezó a comprender. La oración calmo su alma, le quito el mido a la muerte, y lo unió al viejo que estaba a su lado.
¡Oh Señor, Jesucristo, nuestro Dios! Tu has dicho con tus puros labios que si dos o tres se ponen de acuerdo para pedirle al Señor la misma cosa, tu padre Celestial le concede la oración, porque tu dijiste: “Donde dos o tres se reúnen en mi nombre, estoy entre ellos”. Alexei repetía estas palabras después del Padre Arsenio.
El frío se había apoderado completamente de Alexei; todo su cuerpo estaba adormecido. No sabia si estaba parado, sentado o acostado. Pero de repente, la celda, el frío, el adormecimiento de su cuerpo entero, el dolor de los golpes que había recibido y el miedo habían desaparecido. La voz del Padre Arsenio había llenado la celda, pero ¿era una celda? Alexei se volvió hacia el Padre Arsenio y quedo maravillado. Todo alrededor había sido transformado. Le llego un pensamiento terrible: “estoy perdiendo la cabeza, este es el final, me estoy muriendo”.
La celda se había hecho mas ancha, el rayo de luna había desaparecido. Había una luz brillante y el Padre Arsenio vestido con vestiduras blancas brillantes y sus manos levantadas estaba rezando en voz alta. La ropa del Padre Arsenio era la misma que la del sacerdote que Alexei había visto una vez en la iglesia.
Las palabras del Padre eran ahora fáciles de entender, se habían hecho familiares---entraron directamente al alma de Alexei. No sintió mas ansiedad, ni sufrimiento, ni mas miedo, solamente el deseo de hacerse uno con estas palabras, entenderlas, recordarlas para el resto de su vida. No había mas celda; ahora estaban en una iglesia. ¿Cómo llegaron aquí? ¿Y cómo es que había otro más ahí con ellos? Alexei vio con sorpresa que había otros dos hombres ayudando al Padre Arsenio. Ambos estaban vestidos en las mismas vestiduras brillantes y ambos resplandecían con una luz blanca indefinible. Alexei no vio sus caras, pero percibía que eran preciosas.
La Oración lleno el ser de Alexei. Se puso de pie y empezó a rezar junto con el Padre Arsenio. Estaba caliente y era fácil respirar, y la felicidad lleno su alma. Alexei repetía todo lo que decía el Padre Arsenio, y a la vez no estaba repitiendo simplemente, sino rezando junto con el. Parecía que el Padre Arsenio se había convertido en uno con las palabras de sus oraciones, pero Alexei entendió que el Padre Arsenio no se había olvidado de el y lo estaba ayudando todo el tiempo a rezar. Alexei sintió la seguridad de que Dios existe, que estaba con ellos. Vio a Dios con su alma. Había momentos en que Alexei pensaba que ambos estaban muertos, pero la voz firme del Padre Arsenio y su presencia lo continuaba trayendo a la realidad.
El no sabia cuanto tiempo había pasado, pero el Padre Arsenio se volvió a el y le dijo: “Ve Alyosha, acuéstate, estas cansado. Yo seguiré rezando, me escucharas”. Alexei se acostó en el piso cubierto de metal, cerró los ojos, y continúo rezando. Las palabras de la oración llenaban todo su ser:… accederá a pedir cualquier cosa, y mi Padre Celestial se lo dará… Su corazón respondía en miles de formas a estas palabras: “reunidos en mi nombre…” Mientras continuaba rezando, Alexei pensaba de vez en cuando: “Si, si, no estamos solos”.
Todo estaba quieto y templado, De momento, sin saber de donde, apareció su madre. Lo cubrió con algo caliente. Sus manos cogieron su cabeza, y ella lo apretó contra su corazón. El quería hablar con ella, “¿Madre, puedes escuchar como esta rezando el Padre Arsenio? He aprendido que Dios existe. Yo creo en El”.
Como si ella lo hubiera escuchado hablar, le respondió, ¡Alyoshenka! Cuando te apresaron yo también encontré a Dios, Esto es lo que me ha dado la fuerza para vivir.
Todo lo que parecía terrible había desaparecido, su madre y el Padre Arsenio estaban cerca de el. Las palabras de la oración que eran desconocidas para el, ahora se reavivaban y alegraban su alma. Era importante no olvidar estas palabras, acordarse de ellas toda su vida. Alexei pensó: “No quiero estar lejos del Padre Arsenio, quiero estar siempre con el”.
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El jefe del campamento, el doctor, el jefe del sector especial y el comandante se acercaron
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“¿Están vivos?” pregunto el comandante maravillado “¿Cómo pudieron sobrevivir aquí por dos días?”
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Uno de los supervisores grito: Salgan. El Padre Arsenio y Alexei caminaron fuera de la celda. Los supervisores se quitaron los guantes y empezaron a registrarlos. El doctor también se quito un guante, lo puso bajo la ropa del Padre Arsenio y luego de Alexei y sin dirigirse a nadie en particular dijo: “¡Sorprendente! ¿Cómo han podido sobrevivir? Es cierto están calientes”. “El doctor camino por la celda, miro alrededor y pregunto: ¿Qué los mantuvo calientes?”
El Padre Arsenio respondió: “Nuestra fe en Dios y la oración”.
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Los de las barracas los saludaron como si hubieran resucitado de la muerte.
Todos preguntaron: “¿Qué los salvo?”
Los dos contestaron: “Dios nos salvo”.
-Padre Arsenio 1893 - 1973; Sacerdote, Prisionero, Padre Espiritual-
Fragmentos de un Libro.
miércoles, 9 de diciembre de 2009
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